EL RINCON DE LA ALEGRIA

Un día cualquiera, del mes de Agosto en cualquier parte de la tierra de la piel de toro. El calor se apreciaba y el sol resplandeciente realzaba el color verde oliva de los campos y de las sierras que lo rodeaban.

Era ya las 12.30 del al medio día cuando ella, se sentaba en el porche de la casa de campo en la que se había refugiado, huyendo del calor y de la rutina diaria del trabajo en la ciudad.

Acurrucada en su sillón de mimbre, se quedaba mirando al horizonte sumisa en sus pensamientos y con la banda sonora que obsequiaban los soniquetes de los árboles, el piar de los pájaros y el crujir del viejo mimbre de aquel sillón con forma de huevo que tanta historias podría relatar. Ella hacía años que lo había recubierto de una esponja forrada de una tela estampada para protegerlo y de paso estar más cómoda. Pero ni aún así, se resistía a que su voz no fuera escuchada y se hiciera notar, aquel viejo sillón ya desgastado del uso que el paso del tiempo produjo en él.

-¿Tienes la vista perdida en el horizonte, mi querida empresaria? -Se escuchó una voz masculina detrás de ella que salía al porche con un chal en las manos.

-Nada - respondió ella. - Solo miraba como las nubes navegan en el cielo, y las hojas de aquellos álamos negros del fondo, ronronean jugueteando con sus copas movidas por el aire, en el lenguaje de la naturaleza seguramente estén despidiéndose de ellas y tintineantes los abraza y juguetearan al mismo son.

Veo que estás en tu salsa- entre sonrisas, le contestó él mientras que se sentaba al lado de ella, echándole el chal por encima a ella y seguidamente se ponía a decidir que leía en ese momento, a Salinas, o mejor un poco de física de Kenzo o porque no, empezar la última obra de Falcones “La mano de Fátima” que días antes ella le había regalado.

Las ráfagas de aire que se cuelan entre estos arcos de ladrillo visto que forma el porche de la casa los rodeaban por el frente y por los lados, embutiéndolos en ese aire tan fresco, tan puro que consigue que el calor del cuerpo se disipe y cobre vida la piel erizada.

Este fresco que huele a tierra mojada mezclado con el aroma de las plantas silvestres del lugar, de las flores del jardín, el laurel que en su día se injertó con canela, o la hierbabuena que cubre la bases de cada arco y que se enredan con los rosales trepadores. Este olor tan carismático que en otro sitio del mundo nunca podrías encontrar. Y él sabe que lo es, y éste perfume embriagador se deja arrastrar por el viento que lo lleva y lo trae por doquier, repartiéndolo por todas partes.
El mismo que se cuela entre los 7 arcos de ese remanso de paz. Estos 7 arcos idénticos, bien podría decirse que son 7 puertas abiertas a lugares o sentimientos distintos. En cada arco encuentras un mundo distinto, cada uno, nos muestra su propia perspectiva, siempre diferente a la anterior, pero a todos ellos les une y comparte un mismo sentir, dejan fluir nuestra mente, mostrándonos los que queremos ver desde nuestra propia conciencia y desde nuestra libertad.

¿Con que premisa y benevolencia pretendes arrebatarme de mi sillón invitándome a que me incorpore a ese juego tan inocente?. También vosotros álamos que volcáis vuestras copas hacia mí. ¿Que puente hacia el infinito me tiendes invitándome a subir?.

Ven, acércate a mi y escucha que música tenemos al fondo. Le dijo ella.

No me digas que és…. Le dice entre risas. Parece que conspiraran los 5 elementos a tu favor, mis preciosos ojos que te sientes con la libertad de prodigar lo que tu dueña no quiere darse cuenta.

Si, una de las canciones de los años 50 que tanto nos gusta. Le contestó ella mirándole a los ojos ya incorporada y cogiéndole las manos a él para levantarlo.


Noooo!!! Déjame aquí, déjame que te mire desde éste sillón a contra luz y siéntate encima de mí, abrázame, bésame y permite que solo te mire escuchando esta música, sintiendo el calor de tu piel y compartiendo éste Rincón de la Alegría. Que se le puede pedir más a la vida.