EL ESPEJO

Se miró al espejo y reflexionó, a sus cincuenta y cinco años, por fin, acerca de quién era el peor de sus enemigos: su ex-mujer, con la que pleiteó durante meses, despertando rencores eternos; el jefe de su Departamento en la Universidad, que envidiaba su prestigio y había relegado su carrera al más absoluto estancamiento, bloqueando su acceso a Cátedra por puro despecho; su amigo Rubén, antiguo amigo en realidad, pues un escarceo amoroso con la esposa del susodicho, había abierto brechas por las que cabrían inesperadas venganzas; o, en fin, su tío Ignacio, que lo odiaba a raiz de una antigua disputa, acalorada pero sin importancia real, relativa a unos terrenos de la familia que finalmente fueron expropiados por el Ayuntamiento de Moranchel, provincia de Guadalajara, cerca de Masegoso de Tajuña y a la vera del mismo río. Se miró al espejo, como digo, y comprendió que su peor enemigo era el tiempo, que se había llevado, impío y burlón, a aquel prometedor chaval que estaba destinado a comerse el mundo.